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Los secretos del chef Félix Jiménez: cómo la filosofía budista lo llevó a conquistar una estrella Michelin

La cocina japonesa del maestro invita, en silencio, a la presencia. Esto dijo en entrevista con EL TIEMPO.

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El chef Félix ... Foto: Cortesía del chef.

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En la cocina del chef Félix Jiménez no hay gritos, ni prisas, ni fuegos desbordados. Hay, en cambio, una respiración constante, una pausa meditativa, un intento de presencia absoluta. Para él, cocinar no es solo una técnica ni un talento: es una forma de habitar el mundo. 
Su cocina, como su vida, está atravesada por la filosofía budista que transforma cada plato en una posibilidad de despertar del alma.
Sentarse a su mesa es una invitación a algo más que alimentarse. Es una propuesta íntima para reconectarse con el presente, para sentir, para soltar. 
A primera vista, llama la atención que es un chef de sushi vestido como monje. Y eso habla mucho sobre él, aprendió su arte en Japón y montó en su natal La Rioja (España) una barra tradicional donde solo caben diez personas, es decir, comer en su restaurante Kiro Sushi, es un privilegio de pocos. 
“El sushi fue mi sueño desde niño”, dice a EL TIEMPO. Y aunque el camino lo llevó de Mallorca a Tokio y de vuelta a España, lo que más lo marcó no fue una receta, sino una forma de estar en el mundo.
“En Japón entendí que ser cocinero es una forma de vida. Allí descubrí la disciplina del 'okunin', personas que dedican su vida entera a un oficio, con la filosofía del 'kaizen': mejorar cada día.”
Para Félix, esa búsqueda de la excelencia va más allá del plato. Se trata de estar presente. De ser coherente. De saber que cada gesto en la cocina, como en la vida, es una posibilidad de conexión, de aprendizaje, de evolución.
“Hay días en los que no estás motivado, por eso necesitas disciplina. Las excusas son el refugio del débil”, afirma. No lo dice con soberbia. Lo dice con la serenidad de quien ha fallado y aprendido, y ahora ha hecho del fracaso una maestra. 
“Fracasar es importante. Si fracasas es porque un día fuiste valiente. Las caídas no son problemas, son lecciones disfrazadas", asegura. Ese aprendizaje no vino de la noche a la mañana. En su voz, en sus reflexiones, hay un largo camino de autoconocimiento. 
Uno que comenzó en medio del ruido del mundo, con los horarios imposibles de la hostelería, el estrés de los servicios, la exigencia del perfeccionismo culinario, y que encontró sentido en el silencio.
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El chef propone platos que conservan las tradiciones de la cocina japonesa. Foto:Alexander Sanchez

“Vivimos malgastando el tiempo. Corremos todo el día, pensando que estamos siendo productivos, pero no lo somos. Pensamos mientras nos afeitamos, comemos mientras discutimos, cocinamos mientras revisamos el teléfono. No estamos en nada al cien por ciento. Y así no se puede vivir plenamente”, dice con serenidad.

Cocina y filosofía: un mismo camino

La cocina de Félix no es solo purista, solo hace sushi, nada de tempura ni platos "para complacer", también es profundamente filosófica. Se nutre del budismo, de la contemplación, de la gestión emocional. 
Con una Estrella Michelin y dos Soles Repsol en su trayectoria, Félix Jiménez se ha consolidado como una figura destacada de la alta gastronomía, reconocido por su enfoque único y su capacidad para fusionar técnica, filosofía y tradición en cada plato.
“Si no estás bien contigo, eso se nota en tu comida, en tu equipo, en tu trato con los clientes. Cuidarte es un acto de respeto”, afirma.
El maestro compara la vida con un vuelo: “En un avión, lo primero que te dicen es que te pongas tú la mascarilla antes de ayudar a otro. Así es la vida. Primero sálvate tú, sé feliz. Solo así puedes dar algo a los demás.”
Félix no cree en el multitasking. Cree en hacer una cosa a la vez. Afirma que el estrés y la frustración nacen de intentar hacerlo todo sin estar en nada. 
“Cuando te afeites, aféitate. Cuando cocines, cocina. Cuando comas, come. La mente necesita silencio. Y la cocina también”, aconseja el maestro.
A diferencia de muchos chefs que hablan solo de técnicas, ingredientes o presentaciones, Félix habla del alma. Y lo hace con la misma convicción con la que enseña a enrollar un maki o a templar el arroz para sushi. Para él, la verdadera cocina comienza antes de entrar a la cocina.
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Para Félix la comida también puede ser un espacio de transformación y no solo de disfrute. Foto:Cortesía Seratta.

Esa filosofía ha intentado sembrarla en los equipos de trabajo con los que colabora. En su paso reciente por Colombia, no vino solo a compartir recetas. Su objetivo era más profundo: enseñar a vivir la cocina como un acto consciente.
“No vengo solo a enseñar platos. Eso es una parte. Vengo a compartir una forma de estar en el mundo, a mostrar cómo puedes entregarte a lo que haces con compañerismo, con respeto, con entrega. Si tú estás bien, tu cocina también lo estará.”

Comer como ritual, no como trámite

La comida, para Félix, es uno de los actos más sagrados que existen. Por eso le cuesta ver cómo muchas personas se sientan a la mesa como si fuera un trámite más. 
“Hay gente que mientras come está hablando de cualquier cosa, masticando con la boca abierta, distraída. No se conectan con el momento. Es como si te dieran un abrazo y tú, en vez de sentirlo, estuvieras pensando en otra cosa.”
Él defiende la idea de comer en silencio, o al menos con atención plena. “Cierra los ojos. Siente. No intentes recordar a qué te sabe ni hacer comparaciones. Solo disfruta. Cada comida es única. Cada bocado es un universo.”
Su defensa de la experiencia sensorial también se refleja en la forma en que diseña sus platos. No solo piensa en el sabor, sino en cómo ese sabor puede conectar con una emoción, con una memoria, con un instante.
Félix cree que todo en la vida debe hacerse con atención. Que la gente vive en automático, sobre estimulada, buscando dopamina como un adicto. Y por eso, dice, no encuentra paz. 
“Si necesitas ruido todo el tiempo, no te quejes después de estar estresado. La mente también necesita aburrirse. En el silencio se encuentra el sentido.”

Una cena para detener el tiempo

Durante la celebración del aniversario del restaurante Seratta, en Bogotá, Félix y su colega Rubén Trincado ofrecieron una cena que fue mucho más que una degustación. 
Fue una experiencia completa, teatral, en la que cada plato estaba pensado para atrapar los sentidos y permitir que los comensales se olvidaran del mundo exterior.
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Para poder disfrutar de la comida del chef se debe reservar hasta con un año de anticipación. Foto:Cortesía Seratta.

“La idea es que te olvides de lo que hay afuera. Que estés aquí, ahora. Aunque haya música, luces, bailes, el propósito es que nada te distraiga de tu propia experiencia”, explica.
Más que platos perfectos, Félix y Rubén ofrecieron un equilibrio entre sus estilos. “Rubén me decía que somos como el yin y el yang. Diferentes, pero complementarios. Eso es lo bonito: la diversidad nos enseña.”
Durante la cena, no solo presentaron sabores únicos. También recorrieron mesas, respondieron preguntas, y conversaron con los invitados. “Me encanta hablar con la gente, escuchar sus inquietudes. Porque de todos se aprende. La humildad es la clave", dice con una sonrisa en la cara.

Disciplina, montaña y soledad

La vida del maestro no termina en la cocina. Su otra gran pasión es la montaña. Allí, dice, ha aprendido tanto como entre cuchillos y arroces
“Subir a 2 mil metros, con poco oxígeno, te enseña a gestionar tu mente. Te reta. Y te ubica. Nadie puede cargar contigo, tienes que subir tú solo. Como en la vida.”
Esa metáfora se convierte en su mensaje central: cada persona es responsable de su camino. “Yo te puedo mostrar el sendero, pero no te puedo llevar en la espalda. Si no haces el esfuerzo, no aprendes nada.”
Por eso insiste en que cada día debe comenzar con un momento para uno mismo. "Con 15 minutos al día para ti basta". Para leer, respirar, pensar. Todo está ahí: en libros, en podcasts, en internet. "Pero hay que hacerlo. Si no paras a echar gasolina, el coche se para. Y la vida también.”
Félix no busca aplausos. Busca coherencia. “Yo me miro al espejo y me siento orgulloso de lo que soy. De lo que estoy construyendo. No he pisado a nadie para llegar. Y eso es lo que quiero transmitir.”
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Disciplina, filosofía budista y pasión japonesa dan forma a la cocina de Jiménez. Foto:Alexander Sanchez

Cada vez que regresa a Colombia, lo hace con la intención de dejar algo más que recetas. De sembrar una forma de vivir más consciente, más serena. “Yo aprendo tanto como enseño. El equipo de Seratta me nutre. La clave es saber que siempre puedes aprender. Siempre.”
Cierra la entrevista con una frase sencilla, pero contundente: “El tiempo es lo más valioso que tenemos. Se escapa y no vuelve. Por eso, gracias por este rato. Por este encuentro.”
Así es Félix Jiménez. Un cocinero que, en cada plato, ofrece un pedazo de calma. Un maestro que enseña que para cocinar bien, primero hay que aprender a estar bien, que no grita, sino que susurra. 
Un hombre que, con cuchillo en mano y corazón despierto, enseña que la verdadera receta de la vida no está en los libros de cocina, sino en saber estar. Aquí. Ahora. Y plenamente.
ÁNGELA MARÍA PÁEZ RODRÍGUEZ - ESCUELA DE PERIODISMO MULTIMEDIA EL TIEMPO. 

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