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Investigación
Mercurio: el veneno que contamina a comunidades y ríos en Guainía
Aunque está prohibido, indígenas del departamento siguen usando el metal por falta de alternativas laborales.
Draga artesanal sobre el río Inírida. Esta se dedica a extraer sedimentos del río que contienen partículas de oro. Foto: Camilo Rey
Elizabeth Moncada tiene el intestino irritable y su estómago se le inflama. Sufrió gastropatía eritematosa y le restringieron los granos, las semillas, el azúcar, los carbohidratos y los jugos. Su vista se ha deteriorado, al igual que su memoria.
Una de las explicaciones a tantos problemas de salud es que presenta niveles de mercurio en su cuerpo superiores a los estipulados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como seguros para el ser humano. Ella hizo parte de un estudio de la Secretaría de Salud de Guainía en 2019, pero solo en 2022 le revelaron los resultados: sus niveles de intoxicación superan entre cuatro y seis veces los de la OMS: 64,1 microgramos por litro en sangre (el máximo recomendado es 10 ug/L) y 8,9 microgramos por gramos en cabello (2 ug/G es el límite). El laboratorio apuntó que la concentración de mercurio “puede aparecer elevada debido al consumo de ciertos alimentos, como el pescado”.
Cuando le informaron este resultado en 2022, Elizabeth se realizó nuevas pruebas que dieran respuestas actualizadas. Además de confirmar el diagnóstico, el nuevo análisis mostró un aumento significativo en sangre: 111,38 ug/L. “Los dupliqué porque no me dijeron que el pescado estaba envenenado”, explica.
Elizabeth no es la única habitante de Guainía que vive con mercurio en su cuerpo. En este territorio amazónico se encuentra la estrella fluvial de Inírida, donde se entrelazan tres afluentes del país que, junto con el río Ventuari en Venezuela, dan forma al gran río Orinoco, el tercero más grande del planeta. Y en los cerros de Mavicure, unas de las montañas más antiguas de Latinoamérica, persiste la minería tradicional de oro, que representa casi la única alternativa económica. La Defensoría del Pueblo alertó en un informe de 2024 que más de 5.000 personas que dependen de los ríos Inírida, Guainía y Atabapo para consumo y pesca se ven perjudicadas por la contaminación con mercurio.
En la región señalan que además de la minería, no hay muchas opciones de reconversión laboral. Foto:Camilo Rey
El Cuarto Mosquetero y Connectas viajaron a la zona y comprobaron que los mineros tradicionales siguen manipulando el mercurio, pese a que está prohibido por ley. Y que no solo a ellos los afecta, sino a muchas personas que nunca trabajaron en minería ni vieron un gramo de oro.
Balsas mineras
El mercurio es un metal líquido que se ha utilizado durante siglos en múltiples aplicaciones, como la industrial y medicinal. Sus efectos tóxicos salieron a la luz por primera vez en Japón en los 60, después de varios episodios de envenenamiento y de síntomas como sensaciones anormales en el cuerpo, visión borrosa, sordera, alteración del estado de conciencia y hasta la muerte. “Entre 10 y 20 millones de mineros en más de 70 países se dedican a la explotación de oro artesanal y en pequeña escala, una cifra que incluye hasta 5 millones de mujeres y niños. Estas explotaciones, que a menudo no están reguladas y son inseguras, generan el 37 % de la contaminación mundial por mercurio –838 toneladas al año–, una proporción mayor que cualquier otro sector”, dice un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).
En Colombia, con la promulgación de la Ley 1658 de 2013, se buscó que el uso del mercurio se eliminara progresivamente, hasta que finalmente quedó prohibido en la minería desde 2018. Pero en zonas como Guainía, donde los ríos funcionan como vías de transporte y las comunidades viven de lo que les brindan sus cauces, su uso está vigente y a la vista. En este departamento viven más de 56.000 personas y la minería aurífera se practica principalmente en los ríos Atabapo, Guainía e Inírida. En este último empezó en los años ochenta, pero se consolidó en los noventa, según Leonardo Ladino, antropólogo e indígena del territorio.
El viaje de El Cuarto Mosquetero y Connectas se realizó a una comunidad del Resguardo Remanso-Chorro Bocón, uno de los 28 resguardos indígenas de la zona. Ubicada en el suroccidente del río Inírida, fue declarada en 1992 como la primera zona indígena minera del país por el Ministerio de Minas.
Durante el recorrido por el río Inírida, se observaron cuatro dragas flotando en la mitad del cauce. Sobre ellas había personas atentas al buzo que se encontraba bajo el agua, extrayendo el sedimento que contiene partículas de oro.
Según el capitán indígena Luis Camelo Moyano, la comunidad de Chorro Bocón nació en 1975 con cuatro grupos nómadas dedicados a la pesca ornamental y al pescado seco. Hoy alberga a 756 personas organizadas en 234 familias. De esta población, alrededor de 400 habitantes se dedican directamente a la minería.
Un habitante de la comunidad, propietario de una balsa minera, reconoció que utiliza mercurio (conocido por ellos como ‘azogue’) para extraer el oro del sedimento. Aseguró que lo manejan adecuadamente: “Eso no está regado por el aire y no estamos azogando en el río”.
Según el geólogo guainiano Zezé Amaya, este proceso de ‘azogar’ es común en la minería tradicional de la región, puesto que las partículas de oro son muy finas y difíciles de separar. Por ello se vierte el mercurio sobre el sedimento para formar una amalgama que tiene el aspecto de una masa blanca metálica que, al fundirse, libera el metal pesado en forma de vapor, quedando únicamente el oro. Ángela Rivera, profesional en química, agrega que el mercurio, al entrar en o con el aire, puede viajar a 100 metros a la redonda: “Es un factor de riesgo que no es medido y controlado”.
Pese a estar prohibido, muchos mineros informales en Guainía siguen usando el mercurio. Foto:Camilo Rey
La autoridad ambiental autónoma en este territorio y en los departamentos de Vaupés y Guaviare es la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y Oriente Amazónico (CDA). El secretario general de esta entidad, Óscar Arnulfo Lozano, respondió que “la falta de garantías a la seguridad de los funcionarios y contratistas, así como la dificultad para acceder a las zonas de minería ilegal, obstaculiza la labor de inspección y control” del mercurio.
Según el capitán Moyano, “los que trabajan en salud” les han advertido sobre los riesgos del uso de mercurio; sin embargo, sostiene que no ha visto “a ninguna persona que sufra” por contaminación con el metal. Ahora bien, el estudio realizado por la Gobernación de Guainía en 2019 (el último que se ha hecho por esta entidad) tomó muestras de sangre en 116 mineros, de los cuales 100 superaban el límite establecido por la OMS.
El mismo estudio evidencia que, de 500 muestras, el 67 % supera los niveles permitidos en sangre. En cabello, además, la cifra asciende al 85 %, y en orina alcanza el 43,2 %. Los resultados sugieren “un posible riesgo de exposición ambiental en la población estudiada”.
Para extraer un gramo de oro se requieren aproximadamente 0,5 gramos de mercurio. Según Ángela Rivera, “los mineros no tienen cómo medir eso, regularmente trabajan con el exceso y va a dar al río”. Un kilo de mercurio se vende a unos 4 millones de pesos, según manifestó un minero: “Normalmente, uno trae 3 o 4 kilos”.
La comercialización del mercurio se hace por medio de un mercado clandestino: “Todos nos conocemos, entonces uno le dice al otro: ‘Fulanito tiene’ o ‘a Fulanito se le acabó y tal día le llega’. Y como yo trabajo en el territorio venezolano, los mismos militares de Venezuela nos lo venden”, aseguró el minero.
Entre octubre y abril, los mineros permanecen ocupados en la actividad extractiva, lo que deja a la comunidad de Chorro Bocón en una especie de letargo que refleja su fuerte dependencia del oro. Las largas distancias fluviales también contribuyen a esta situación, pues limitan las alternativas económicas, a pesar de las consecuencias que implica estar expuestos al mercurio en las largas jornadas de trabajo minero.
El capitán Moyano reconoce que las medidas tomadas por las autoridades hacen parte de cuidar el ambiente. Sin embargo, manifiesta que la dedicación de la comunidad a la minería “es porque las necesidades nos obligan”. En la misma línea, los mineros entrevistados mencionaron sentir estigmatización y persecución por parte de las autoridades locales y nacionales, aun cuando las garantías para el no uso del mercurio o la reconversión laboral no han sido efectivas.
Un caso de éxito es el de Rebeca Durante, del resguardo indígena El Venado. Ella, junto a su familia, dejó atrás la minería y ahora trabaja como guía turística en los cerros de Mavicure. Sin embargo, como señala el geólogo Amaya, en los departamentos amazónicos ninguna actividad económica es sostenible por sí sola, por lo que se requiere de proyectos con respaldo estatal y políticas públicas adecuadas.
Además, sostiene que hay métodos que no utilizan mercurio para extraer el oro, pero resultan costosos para los mineros. Según Amaya, el Estado debe mitigar los impactos mediante la formalización, que “implica beneficios para el Gobierno como las regalías, reconocer quién es el responsable del impacto ambiental y social”. Agregó que, conociendo el territorio “hay que aceptar que el oro no lo van a dejar de explotar. Y para que la reconversión laboral sea una política se necesita de acompañamiento, formalizarlos, volverlos a ellos agricultores u operadores turísticos”.
Violeta María Aguilar, directora de Formalización Minera del Ministerio de Minas, aseguró que hay proyectos en ejecución a nivel nacional para la eliminación del mercurio. “En la comunidad de El Remanso-Guainía se ha iniciado el trabajo para fomentar buenas prácticas mineras y la reconversión productiva con un enfoque cultural propio”, aseguró la funcionaria.
Lo cierto es que dentro del mismo resguardo hay otras comunidades, como Chorro Bocón, en donde persiste la minería aurífera.
El pescado de río
En 2022, a los nueve años de su establecimiento en Guanía, Leslie Sierra empezó a sentir tembladera, pérdida de memoria, visión borrosa, diarrea, dolores en el estómago, espalda y articulaciones; inflamación en los pies y constantes cambios de humor. Decidió realizarse exámenes y los resultados registraron 47,75 ug/l en sangre, casi cinco veces más del límite. Además, su hija y esposo resultaron también con niveles por encima de lo permitido. Ella lo atribuye al consumo del bagre y el valentón.
Lo mismo que Wilson Ladino, un comerciante de la región que llegó a Guanía hace 43 años siendo un niño. Él recuerda tirarse al piso por dolores intestinales y de las articulaciones. Cualquier alimento que consumía lo irritaba, le generaba diarrea y una evidente baja de peso.
Desde que recibió los resultados de los primeros exámenes que arrojaron intoxicación por mercurio, Wilson tomó la decisión de tratar su salud sin acudir al Estado. Esto le generó un gasto de mucho dinero, además de no poder laborar en este tiempo. Su vida no volvió a ser igual; la sensibilidad estomacal está presente, por lo que hay alimentos que no puede consumir, como el moqueado.
Un estudio realizado en 2019 por la Secretaría de Salud de Guainía encontró que 59 de las 125 especies de peces de los ríos Inírida, Guainía y Atabapo tenían presencia de mercurio por encima de lo permitido por la OMS, que es 0,5 ug/g. Entre ellos están el bagre rayado, el pavón y el valentón, que son parte de la dieta diaria de las comunidades.
Según Gina Paola García, secretaria de Salud de Inírida, existe un protocolo especial para las personas afectadas por mercurio, que contempla la detección temprana y la atención inmediata, así como el seguimiento a largo plazo. Sin embargo, no fue efectivo en el caso de Elizabeth Moncada: cuando ella acudió a su EPS para activarlo, “nadie sabía nada”, comenta.
La subdirectora de Salud Ambiental del Ministerio de Salud, Leidy Johana Morales, respondió que el Instituto Nacional de Salud registra solo cuatro casos de intoxicación asociados a la exposición a mercurio entre 2007 y 2023 en Guainía. Reconoce que este número puede no concordar con la realidad “debido a la falta de reportes en zonas remotas, así como a la limitada capacidad de vigilancia epidemiológica en áreas con restringido a servicios de salud”. Además, acepta que en estas áreas con actividad minera tradicional y de pequeña escala, el uso de este metal es común.
Mientras tanto, “la falta de regulación en la gestión y disposición final del mercurio, tras más de 11 años de la Ley 1658, subraya la urgencia de continuar trabajando en un abordaje integral de las acciones que se adelantan en esta materia”, dice un informe de Pure Earth, ONG dedicada a la salud ambiental.
Y aunque Colombia ratificó el tratado de Minamata en 2018 para eliminar el uso del mercurio, la realidad es que el país es el “mayor emisor de mercurio per cápita en el mundo”, según comentó en 2023 la entonces procuradora general Margarita Cabello, citando información del Pnuma.
Mientras tanto, el uso de mercurio en la minería sigue generando afectaciones en la naturaleza y la salud. Los testimonios de Elizabeth, Leslie y Wilson coinciden en que el consumo de pescado es la fuente principal de la contaminación, sin que ninguna autoridad les haya advertido de esto. Y se preguntan por qué no se han tomado acciones concretas para mitigar las afectaciones ya presentadas en Guainía.
(*) Connectas es una iniciativa periodística sin fines de lucro que promueve la producción, el intercambio, la capacitación y la difusión de información sobre temas claves para el desarrollo de las Américas.