Cardenal Rueda confirma que el presidente Petro aceptó reunión para aliviar tensión entre las ramas del poder

En la noche del martes, hacia las 9:00 p. m, el cardenal Luis José Rueda se reunió con el presidente Gustavo Petro en la Casa de Nariño con el fin de dialogar sobre la búsqueda de canales institucionales que permitan superar la situación de tensión que atraviesa el país luego del atentado contra el precandidato presidencial Miguel Uribe y de la serie de actos violentos que se registraron en el suroccidente colombiano.

En dicho encuentro, el prelado, en representación de la Conferencia Episcopal de Colombia, invitó al mandatario a reunirse junto a otros dirigentes de las ramas del poder y líderes institucionales del país, con el fin de tratar dos temas puntuales: cómo poner la institucionalidad al servicio de los colombianos y el rechazo a todas las formas de violencia. Un encuentro que esperan se concrete la próxima semana y para el que, según le confirmó a EL TIEMPO el cardenal Rueda, el Presidente ya confirmó su asistencia.

“No es que pretendamos nosotros tener la última palabra ni siquiera le vamos a dar un tema o una reflexión lo que queremos es propiciar encuentros, propiciar fraternidad propiciar la cultura de la amistad social que le hace falta a nuestro país”, manifestó monseñor Rueda sobre esta reunión, a la que, a punta de llamadas y encuentros ya ha conseguido sumar al presidente de la Corte Suprema de Justicia de Colombia, el magistrado Octavio Augusto Tejeiro Duque, al presidente de la Corte Constitucional de Colombia, el magistrado Jorge Enrique Ibáñez Najar, el Presidente de la Cámara de Representantes, Jaime Raúl Salamanca, al Procurador General, Gregorio Eljach y a la Defensora del Pueblo, Iris Marín Ortiz.

En entrevista con este diario el purpurado entregó detalles sobre su reunión con el Presidente, las expectativas frente a esta reunión –que será moderada por el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Francisco Javier Múnera–, y sobre las alternativas que ven desde la Iglesia para superar el odio y la polarización.

Hablamos de varias cosas. Del contexto del país, de las posibilidades de unir esfuerzos, lo que se llama hoy en día sinergias; también de la gravedad del acto del atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay; de su difícil situación de salud, así como de tantas personas que en este momento sufren por el conflicto de nuestro país y sabiendo que todos nos equivocamos, que todos cometemos errores pero que es necesario que saquemos la mejor versión de los colombianos y hagamos pequeñas cosas.

Lo que le estábamos proponiendo al presidente Petro anoche en nombre de la Conferencia Episcopal, no era algo personal, era algo de la Iglesia que trabaja en todos los territorios y sufre en todos los territorios. Puede ser que no logremos dar respuesta a todo porque somos frágiles, porque somos humanos y nos equivocamos pero sí tenemos la intención de acompañar a las comunidades en todos los escenarios y así también acompañar a la alta dirigencia de este país que puede ser que reciba de muchas partes críticas, andanadas de golpes y nosotros como Iglesia, no podemos entrar en eso.

Vendrá el presidente de la Conferencia Episcopal y su comunidad de presidencia. Ya nos confirmó la presencia del señor Presidente de la República. Estamos haciendo los trabajos en esta semana de diálogos previos, persona a persona para hacerles la propuesta de la Conferencia Episcopal. Ya nos confirmó el presidente de la Cámara de Representantes, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, de la Corte Constitucional, la Defensora del Pueblo y el Procurador General de la Nación. Estos días nos reuniremos con el Presidente del Senado y así queremos avanzar también con la Fiscal General, con la Contraloría y con estas entidades que representan la institucionalidad. No para hablar de temas técnicos cuando nos encontremos sino para propiciar confianza, propiciar la posibilidad de escucharnos entre nosotros y de valorarnos.

Creo que hay muchas posibilidades de evitar una campaña electoral que puede ser muy lesiva, muy agresiva, muy devastadora para las instituciones, para las regiones y para nuestro país. Desde la Conferencia Episcopal, en otra línea, junto con la Defensoría del Pueblo, la Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia (MAPP/OEA) y con las Naciones Unidas, estamos generando unos puntos de acuerdo donde decimos vamos a comprometernos a eliminar la violencia del proceso electoral, a comunicar con veracidad, a que sea transparente la manera como manejamos nuestras decisiones y una serie de nueve puntos que están en un borrador que se está trabajando para un llegar a un acuerdo que pueda llevar a la conciencia de los precandidatos, candidatos, presidentes de partidos y otras corporaciones y que lo podamos socializar con el país.

Los votantes, la ciudadanía muchas veces no conoce estos acuerdos y por lo tanto no participa en hacerlos realidad y necesitamos que aquí no digamos ‘eso no me corresponde a mí, eso es de los candidatos o de los partidos políticos’. Desescalar la violencia en todas sus formas, en el lenguaje, en la simbología que lleva a la discriminación o en la agresión violenta con armas, no le corresponde solo a unos líderes o a unos políticos, eso no lo podemos delegar, nos corresponde a usted, a mí, a nuestras familias, a los niños, a los jóvenes, a todos los colombianos.

Es una tentación que da vueltas, es como un león rugiente buscando a quién devorar. Así es tanto el odio, el miedo, la difamación, la calumnia, las armas y las fuerzas del mal que tratan de destruir la estabilidad de un país tan bello como Colombia. Yo pienso que ahí debemos estar muy atentos, muy vigilantes con capacidad de un discernimiento que busque el bien común y por lo tanto que contribuyamos todos.

A veces incluso los chistes que hacemos hacen daño a las personas, deterioran el buen nombre de las personas, entonces hasta el mismo buen humor que sea limpio, que no sea contaminado con esos odios y esos miedos que nos llevan a la rivalidad y que nos llevan, yo lo digo bíblicamente ,a convertirnos en una sociedad de Caín y Abel.

Creo que la manifestación pública ciudadana es un derecho pero tiene también sus límites. Toda manifestación pública pacífica que no se deje infiltrar y que no se deja llenar de deseos de destruir, incluso los bienes materiales, del transporte, de una ciudad o de un territorio, es buena, es necesaria y eso hace parte de la democracia y del esfuerzo de buscar puntos de encuentro y de participar. Ya cuando en el corazón nuestro se deja contaminar del odio y de la irresponsabilidad destructora, ese tipo de manifestaciones ya no le hace bien a la democracia ni le hace bien a las comunidades.

Creo que cuando una persona, un hombre o una mujer decide entrar en el proceso electoral debe tener muy claro que la buena política es el servicio al bien común. Si va dispuesto a servir, dispuesto humildemente a ayudar, a trabajar en equipo, a poner por encima los valores de una comunidad sobre los beneficios personales, e incluso de las ideas que pueda tener, y dejar que podamos aprender todos, si una persona que quiere ser candidato a la presidencia tiene esa disposición de servicio y de trabajo en equipo, bienvenidos.

ALEJANDRA LÓPEZ

REDACCIÓN VIDA DE HOY