El peligroso enfrentamiento de Trump contra Harvard no es una rabieta improvisada. Es parte de un plan fríamente calculado para desmantelar a esa nación de todo asomo de pensamiento libre, crítico y anclado a los hechos reales. La prestigiosa universidad privada no ha sido la única que ha recibido órdenes absurdas de la Casa Blanca, pero ha sido la única que ha dicho: "No".
Pero ¿cómo está presionando Trump a las universidades y por qué? El Estado tiene lazos financieros con prácticamente todas las instituciones de educación superior en EE. UU., de modo que Trump está amenazándolas con cortar su financiación si no obedecen sus órdenes: vetar cursos, oficinas, todo lo relacionado con temas de diversidad, equidad e inclusión, so pena de perder cientos de millones de dólares provenientes del presupuesto de la Nación. Esto ha generado un caos dentro de la academia, pues los docentes no saben qué cursos potencialmente serán "peligrosos", según los arbitrarios e imprecisos preceptos de este gobierno.
¿Cómo llegó EE. UU. a este punto de autodestrucción? El elemento clave ha sido la proliferación de información falsa, presentada como noticias legítimas. Esto dio vía libre a programas de variedades a disfrazarse de noticieros, como Fox News, presentando una falacia tras otra.
La postura de Trump hacia Harvard ha sido violenta y salida de toda proporción. Y Harvard ha resistido el embate, dispuesta a defender su autonomía aunque eso le cueste perder toda la financiación estatal (ya Trump dio la orden para el 6 de junio).
Pero también es cierto que EE. UU. no se doblegará tan fácilmente y luchará hasta el final por mantener vivo su valor más preciado: la libertad.
Ante las presiones de la Casa Blanca, Harvard anunció una denuncia penal en contra del presidente. La lucha que libra esta universidad no es solo por su autonomía, por la libertad de cátedra de sus docentes y la libertad de expresión de su estudiantado, sino que es una batalla por la Modernidad en contra de un régimen autocrático de corte talibán.
Y es que solo regímenes como el talibán se han atrevido a restringir la educación de forma tan abierta y violenta en el mundo moderno. Otros sistemas que se alejan de la democracia, como el cubano, el venezolano y el salvadoreño, al menos intentan maquillar lo impresentable. Pero no los talibanes, ni Trump.
El enfrentamiento del presidente con Harvard lo ha llevado incluso al absurdo veto de estudiantes extranjeros. Son estas decisiones nacidas de un gobierno que reconoce sus infinitas limitaciones, y que sabe que solo puede mantenerse en el poder con violencia extrema a todo aquel que ose evidenciar la verdad. Y la verdad de que los gobierna un criminal condenado por comprar el silencio de la estrella porno Stormy Daniels, interfiriendo así en las elecciones de 2016. La verdad es que su objetivo es convertir a ese país en una megacorporación que beneficie a magnates y que empobrezca aún más a la clase trabajadora.
En este esquema neofeudal no tienen cabida instituciones autónomas e independientes como Harvard, cuyo ataque le sirve a Trump, además, como distracción para que sus votantes no reparen en los brutales recortes al Seguro Social y a otros programas destinados a la empobrecida clase trabajadora, para favorecer la exención de impuestos de la élite multimillonaria. Lo cierto es que Trump está muy cerca de cercenar la separación de poderes con una ley que ya se aprobó en la Cámara y ahora pasa al Senado, llamada por él "The big beautiful bill". Pero también es cierto que ese país no se doblegará tan fácilmente y luchará hasta el final por mantener vivo su valor más preciado: la libertad.