Con los venezolanos debo recordar las palabras del gran Neruda: "Y las miro lejanas mis palabras, más que mías son suyas...".
En los años 90 la transformación productiva se encontraba en el centro del debate. Era el camino de la industrialización, de la cooperación, de la integración. Se definió la zona de libre comercio en la CAN, con el liderazgo de Colombia y Venezuela.
Y cómo no rememorar la discusión de los programas de Integración Industrial petroquímico, siderúrgico y metalmecánico, oportunidades perdidas pero presentes en las expectativas por desarrollar entre Colombia y Venezuela. Asimismo, se aprobó el Convenio de Complementación Industrial del sector automotor. Sus éxitos fueron indudables durante varios años.
Simultáneamente, se iniciaba un período de internacionalización sin rostro humano y de aperturas comerciales, las cuales implicaron la negación al desarrollo y sostenibilidad de largo plazo de nuestras economías.
Mas tarde, el Alca. De una parte, Venezuela con el Alba y su contradicción con antagonismo con los postulados del Alca. De otra parte, el ascenso en Bolivia y Ecuador de gobiernos opuestos a lo que se negociaba. En extremos opuestos: Perú y Colombia. Estos dos últimos países deciden ingresar individualmente a "trampa bilateral" de los Tratados de Protección de Inversiones, con Estados Unidos.
En el 2006 retiro de Venezuela de la CAN, que cumplió con sus compromisos hasta el 2011. A partir de entonces, encuentros y desencuentros. En el 2015, las absurdas sanciones a Venezuela cuyas nefastas consecuencias tan solo significaron una migración infame y el aumento de la pobreza. Sus efectos perversos fueron sobre la sociedad como un todo, no sobre los gobiernos.
A continuación, "la larga noche", ruptura de relaciones entre nuestros países, cierre de fronteras y de los consulados, comercio informal, ausencia cuasitotal de la conectividad.
Hoy más que nunca debemos defender los logros alcanzados y profundizar en nuestra integración económica, social, de fronteras, industrial y productiva.
El papel de los gremios de frontera y su sociedad civil contribuyen a morigerar las dificultades de una migración incontrolada, manteniendo, pegada con babas, la relación entre los agentes económicos de los dos países.
2022, "fin de la larga noche". Los resultados, a pesar de las dificultades, no se hicieron esperar, la apertura de fronteras, especialmente entre Táchira y Norte de Santander, contribuyeron a la disminución de la pobreza absoluta y la multidimensional, el desempleo, la informalidad, aumentó el ingreso per cápita y, sobre todo, permitió la circulación de nuestros connacionales por pasos legales, en condiciones de respeto de los derechos humanos fundamentales.
Las relaciones diplomáticas, consulares y comerciales se restablecieron. Se permitieron el transporte terrestre de mercancías y personas y, poco a poco, la conectividad aérea. Además, se suscribió el Tratado de Protección de Inversiones, justo y equilibrado, que significará una clara seguridad jurídica para nuestros agentes económicos.
Historia común. Una historia olvidada que nos llama a la reflexión. Reflexión sobre el desarrollo común, la sostenibilidad, la complementación económica y productiva, el bienestar de las poblaciones fronterizas y el combate contra la pobreza y la desigualdad.
Hoy, el mundo cambió, las decisiones del Gobierno de EE. UU minaron la confianza en la normativa multilateral y bilateral. Hoy más que nunca debemos defender los logros alcanzados y profundizar en nuestra integración económica, social, de fronteras, industrial y productiva.
Recorrimos juntos los pasos perdidos, independientemente de las contradicciones entre los sistemas de gobierno. Es cierto, es un privilegio saber que hoy "miro lejanas sus palabras", queridos compatriotas venezolanos, más que mías son de ustedes, tal y como lo demuestra esta historia de resiliencia que hoy he pretendido rememorar.
P. D. Toda mi solidaridad con el senador Miguel Uribe y su familia ante el infame atentado contra su vida.