Jairo Camargo en 'El Padre': 'No estamos preparados ni para la muerte ni para una enfermedad como el alzhéimer'

La confusión para el espectador es muy similar a la que André enfrenta en su cabeza: ¿qué es real y qué no? ¿estoy en el presente o esto ya sucedió? ¿mi hija se va de viaje y está casada o se quedará cuidándome después de haberse divorciado? Las dudas hierven y se intercalan en los momentos de lucidez que tiene. André va perdiéndolo todo: la memoria, las palabras, el buen genio, los recuerdos, la ropa, la dignidad. En ese viaje delirante y triste, el público lo acompaña entre lágrimas y remordimientos, compartiendo un sentimiento de impotencia y dolor, similar al de su hija Anne. A veces el amor no es suficiente.

Jairo Camargo y Marcela Mar son André y Anne, los protagonistas de 'El Padre' en su versión local, que se presenta con lleno total cada fin de semana en el Teatro Nacional de la calle 71 desde abril pasado. La obra fue el debut del escritor y dramaturgo francés Florian Zeller, también autor del guion de la película que le mereció el Óscar a él -como mejor guion adaptado- y a su protagonista, el magistral Anthony Hopkins. 

"Esto no es la vida real. Eso es una ilustración muy cercana a la vida real, ¿verdad? Entonces, jugamos con el público y los actores jugamos a eso. Yo te cuento una mentira, tú la tomas como una verdad, pero sabes que es una mentira", cuenta Jairo Camargo que se luce en esta puesta en escena que dirige Klynch López y en la que comparte, además de Mar, con Jacques Toukhmanian, Paula Castaño, Eric Rodríguez y Laura Junco.

 

Una cosa es el oficio, ¿cierto? El oficio de tantos años. Pues eso va creando unos reflejos, y la técnica que se va adquiriendo con el tiempo y la práctica, ese aspecto técnico, ayuda mucho. El personaje, de todas maneras, va a llevar mucha carga emocional del actor, porque el actor es el quien lo está haciendo. Ahora, lo que sí debe hacer el actor es no complicarse emocionalmente con la emoción del personaje, sino aplicarla únicamente en el tiempo de ensayo, durante el montaje y luego durante la función. Entonces, si usted pregunta qué tan loco es meterse en esto, pues es una locura total. ¿Por qué? Porque uno está comprometido. 

Mire, en estos días me está pasando algo y yo no lo calculé. Desde 'Calamar', cuando el 'esqueleto' (su inolvidable personaje en la telenovela de 1989, que protagonizó junto a Carlos Muñoz), entendí una cosa y es que a los personajes hay que dejarlos que existan. Hay un momento en que los personajes empiezan a hacer cosas solos.

Con André, en estas últimas semanas, estoy haciendo unos gestos que hacía mi mamá. Ella tuvo Alzhéimer. Y sin saber, yo terminé haciéndolo, recordé que le vi a mi mamá ese gesto, una especie de sonrisa que no es sonrisa, una mueca ahí con la boca y ahí está la locura de montarse en una cosa de estas (...) Y es que a mí me parece que no es el actor el que hace el personaje, es el personaje el que hace al actor. En escena tiene que aparecer el personaje, no el actor.

Siempre pasará eso. Si uno hace el oficio como es, como yo lo entiendo, y solo lo entiendo así. El oficio es hacer un personaje y que aparezca el personaje, no yo. Y pasan cosas como esa que te conté de mi mamá y de mi papá también, que padeció demencia senil. Tengo movimientos del cuerpo que son de mi papá. Muy berraco. Esa es mi historia, esa es la vida que yo he tenido. Y los personajes no nacen de la nada, se construyen. Son como un edificio que hay que construir desde las bases, desde los cimientos y subirle y subirle. El teatro tiene una cosa maravillosa, y es que el edificio nunca se termina, está en una construcción permanente.

La televisión es una cosa muy efímera por es la forma en la que se trabaja, con tan poco tiempo, con tantísimas escenas, con poco esfuerzo en la dirección de actores, porque ahí se producen entidades: el bobo, el loco, el borracho, la prostituta, el drogadicto, el mafioso... entonces, en muchos casos se alcanza a llegar, si acaso a la caricatura. En el cine hay un poco más de esfuerzo, hay un poco más de honradez, y de tiempo. Y se hacen menos secuencias, se trabaja más en la dirección de actores, se puede llegar a construir un personaje.

Pero el teatro es una cosa maravillosa, en el sentido de que en cada función nace otra vez. Yo suelo contar algo que sucedió en el TPB, con Jorge Alí Triana: él bajó al camerino después de una función y nos dijo: 'miren, esa no es la obra que nosotros montamos. Ustedes la pasan muy bien, se ve que la pasan del putas arriba, pero esa no fue la obra que montamos, esa es la obra que ustedes están haciendo que no se parece nada a la que nosotros montamos. Y resulta que el público que vino hoy, solo vino hoy, ¿cierto? Solo vino hoy y no va a volver. Y entonces, ¿cuál impresión es la que se lleva el público? Aquí, cada vez es como la primera vez siempre. Aprendí eso con Jorge Alí y lo he aplicado a mi vida, en mi relación con Patricia (Tamayo, otra grande actriz), yo le planteé a ella ese trato: cada vez es como la primera vez hasta la última. Para estar enamorado siempre.

A mí me parece que no estamos preparados para ninguna de las dos cosas, ni para la muerte ni para una enfermedad de estas. O sea, es una cosa tan normal y todos las vemos, pero cuando a uno le toca es terrible. Pero además de no estar preparados es que las ignoramos. La ignoramos por completo, por mera arrogancia (...)

Porque a mí no me va a tocar. A mí no me va a tocar. Yo me cuido. Y de pronto llega esta maldición tan terrible del Alzhéimer. Es un espanto. Es un espanto. Y no sabemos qué hacer. Y por supuesto, entonces empezamos a cometer todos los errores del mal cuidado. Nos embejucamos, le damos por la jeta al otro o nos agarramos entre nosotros. ¿Por quién cuida más? ¿A quién le toca más? ¿A quién le toca menos? Es muy triste.

De pronto alguien se muere, ¿no? 44 años como mi hermana quer tuvo un infarto fulminante. ¿Y por qué? Hombre, porque estaba viva. ¿Y ahora qué hacemos? Pues hombre, toca enterrarla y todas esas cosas. Y hacer el duelo, llorar, si quiere llorar, ¿o no?

En mi caso yo he intentado estar preparado para esas cosas. Y claro que me duelen y claro que me hacen sufrir, me producen pena, que se muera la gente y que sea así, ¿no? La muerte no es justa y tampoco es bonita.

La muerte es una pésima noticia siempre. Pero así como hemos normalizado tanta mala noticia en este país y en el mundo, también deberíamos estar más preparados en el sentido de ir cuadrando la caja con los viejos y con la gente, para que cuando llegue el momento no nos ataquen las culpas.

Una experiencia nueva, joven, distinta. Klych es un director entrenado en el audiovisual. A mí me parece que lo hizo bien, me gusta el montaje, la escenografía, lo que se hizo con el vestuario, con la música que es muy bonita. Los golpes de Buenavista Social Club durante la obra me gustan también. Nada, es un tipo muy legal, un tipo chévere, un man con el que se puede hablar, que te deja cuestionar. Hemos tenido discusiones alrededor de ciertos temas, de ciertas decisiones de él que también tienen que ver con el conocimiento, a veces en manada, a veces cada quien personalmente. Él suele hablar con cada uno a solas. Es un tipo que se deja cuestionar y se deja sacudir. Como deben ser los directores.

Escribir no se me dio, no se me da. Y bueno, actualmente hay muchas cosas por hacer. Yo que sigo trabajando, todavía me gusta trabajar. Todavía hay cosas que me sorprenden.

Lo que pasa es que en la televisión los directores viven ocupados con cómo se ve el cuadrito. Pero dejan a los actores muy solos. Y a los actores no se les puede dejar solos porque son como una pandilla de micos en una cristalería. Entonces es la cagada. No se les puede dejar solos a los actores. A los actores hay que contenerlos: 'haga esto. Yo quiero que haga esto. No quiero que haga eso, sí, eso que está haciendo está chévere'. Pero es lo que hay. Y por otro lado, en el teatro, hace poco hablé con un par de directores amigos para ver si nos embarcamos en la aventura de producir un Rey Lear, de Shakespeare; pero creo que con esto de 'El padre' ese capítulo se cerró porque es una cosa similar.

Pero de todas maneras, yo me siento muy bien emocionalmente y creo que todavía hay mucha lata que dar.