Parecen ser tiempos complejos los que estamos viviendo, para quienes valoramos la memoria. De un lado hay grupos que quieren tumbar todo vestigio del pasado, un pasado sobre el que podemos ser críticos, pero que a fin de cuentas es parte de nuestra conformación personal y comunitaria.
Hoy quiero hablar de lo difícil que nos está resultando construir y conservar memoria nueva. Y me refiero al muy comentado y hoy abandonado Museo Nacional de la Memoria, ubicado en el cruce de la calle 26 con la avenida de las Américas, en Bogotá, que sigue en obra gris, con el riesgo de convertirse en otro, de muchos, elefantes blancos.
Hay quienes han criticado su propuesta estética, cosa que ya no es del caso, y quieren modificar el proyecto, empezando de cero. Lo cierto es que la obra está paralizada desde hace dos años y nunca tuvimos siquiera la oportunidad de entender ni su dimensión, ni su guion museológico ni su propuesta estética. El museo tiene detenida su obra y el archivo de la memoria sin un lugar, ese es el drama.
Decir que es horroroso es inadecuado e injusto, ya que no se ha podido ver su esplendor terminado; además, fue el ganador de un concurso internacional, escogido por el jurado encargado de analizar su presentación, los argumentos que respaldan el diseño, el porqué de su arquitectura y de sus picos elevados como catedrales laicas.
Al hablar con el arquitecto Felipe González-Pacheco, me explicó los significados del proyecto y las razones de su propuesta. Como conclusión, debo decir que hubo un proceso concursal público que escogió el diseño presentado por Pacheco Estudio de Arquitectura, junto con Estudio Entresitio, de Madrid. En consecuencia, deberíamos terminar su construcción, pues esa era y debe ser la intención que movió al Estado a hacer el concurso, a otorgar el premio y a reservar los recursos necesarios para adelantar la obra en los períodos establecidos, sin que las istraciones puedan decidir si se sigue o no, pues eso ya está establecido.
La "lectura geométrica" del edificio es la misma hacia arriba y hacia abajo, tratando de hacer una conexión entre el cielo y el suelo.
El proyecto tiene todo el sentido conceptual y será muy valioso, el edificio está pensado para ser un punto de reconciliación. En el primer nivel se encuentra un gran espacio público cubierto, de nueve metros de altura, que será un umbral para la paz y el reencuentro de las víctimas con la sociedad.
Según González-Pacheco, el lugar tiene un profundo significado, encontrándose en el centro de la capital, permitiendo que el inmueble sea un panóptico desde donde se pueden ver todos los puntos de la geografía, una geografía diversa, como lo somos los colombianos, tema que para el arquitecto es un punto crucial del museo.
Además, explica que la "lectura geométrica" del edificio es la misma hacia arriba y hacia abajo, tratando de hacer una conexión entre el cielo y el suelo. Esa noción de comprender todos los puntos cardinales y sumarle el arriba y el abajo me pareció un concepto válido y que puede ser bello. Para él, es el punto de partida del encuentro. La mirada a la historia, al pasado, la dará la exposición que se organice, con el guion museográfico.
Quedé convencida de que debemos terminar esa obra, ya que volver a empezar de cero sería un incumplimiento a una convocatoria, sería perder tiempo, gastar mas dinero, convirtiéndose en detrimento patrimonial y, al final, sería una frustración más, en la ardua tarea de construir memoria.
El tema está en manos del Departamento de la Prosperidad Social (DPS), al que le pediría que ponga este tema entre sus prioridades inmediatas para no seguir viendo un monumento más a la no continuidad de los proyectos decididos por una istración y detenidos por la siguiente.
Sonaron las campanas en Notre Dame de París, dando inicio a la reapertura de ese símbolo de la grandeza humana. ¿Cuándo sonarán las campanas y se podrá inaugurar el Museo Nacional de la Memoria?