La representación, hoy más que nunca, importa. El triunfo de Gustavo Petro, pero específicamente la elección de Francia Márquez Mina como la primera mujer negra vicepresidenta de este país, abre un capítulo nuevo en la historia de los que hemos sido tradicionalmente excluidos.
No obstante ciertos avances en las últimas décadas, logrados en gran parte gracias a la labor de los movimientos y las organizaciones de base comunitaria, la exclusión social de las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras, al igual que la de las comunidades indígenas, sigue siendo uno de los temas de política social más urgentes que enfrenta nuestro país.
La disparidad de ingresos, la informalidad y precarización laboral, la falta de a servicios de salud y de educación con calidad, expresada en altos niveles de pobreza material, racismo, inseguridad y violencia, son reales y mantienen a las comunidades afrocolombianas marginadas de los beneficios de lo que hemos llamado desarrollo. Asimismo, la ausencia histórica de personas afros en los más altos espacios de poder y toma de decisiones sigue afectando de manera significativa la priorización de inversiones y gasto público destinado a los territorios periféricos que habitamos.
Por eso, con la llegada de Francia Márquez a la Vicepresidencia se abre la oportunidad de seguir profundizando en las discusiones sobre la importancia de la diversidad, la inclusión y la justicia racial.
Con su llegada y la de quienes la acompañan liderando y coordinando las mesas de empalme, se abren también nuevas rutas para combatir el racismo estructural, pero también los chistes racistas y las formas estereotipadas de contar y narrar la diversidad étnica en las calles, en las redes sociales y en los medios de comunicación.
Se abre una posibilidad concreta para desarrollar, en el mediano y largo plazo, políticas públicas más inclusivas que permitan incorporar la valoración y el respeto por la diferencia como factores fundamentales para que los más de seis millones de colombianos que, según estimaciones del Dane, viven en pobreza monetaria extrema puedan vivir en dignidad, vivir sabroso. La representación importa. Y la hoy vicepresidenta electa es una potente voz contra los ismos –racismo, clasismo, sexismo y machismo– interiorizados de manera dolorosa en la psiquis de nuestra sociedad. La representación importa para construir un país en el que sus líderes y lideresas se parezcan más a sus ciudadanos.
Es crucial, entonces, que el nuevo Gobierno, con el sector privado y la sociedad civil en general, comprendan las necesidades, prioridades y aspiraciones de aquellas personas que han sido marginalizadas debido a su situación económica, origen étnico, edad, género y/u orientación sexual. Se precisa que la promoción de la diversidad y la inclusión esté en el centro de la agenda social, económica y de reconciliación propuesta para estos próximos cuatro años. No como simple retórica de reconocimiento, sino como cuestionamiento a las dinámicas de poder que han acentuado inequidades raciales sistémicas y estructurales.
Bien lo ha expresado la vicepresidenta electa, al afirmar que este es un momento de justicia racial, de justicia de género. Un momento histórico para abonar la tierra y seguir abriendo caminos transformadores que reivindiquen a las mujeres, especialmente a las mujeres racializadas, para que puedan aspirar a formar su identidad sin limitaciones y sin estereotipos en cualquier campo personal o profesional. Es el momento también de los jóvenes, de las comunidades sexualmente diversas, de las regiones, de los y las nadies.
Soplan vientos de cambio. Somos afortunados de estar aquí para presenciarlos.
KANDYA OBEZO CASSERES