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Análisis
El alucine de las drogas en televisión: 'A los colombiches nos toca asumir antes que negar que somos narcolombia'/ El otro lado, columna de Ómar Rincón
El crítico analiza cómo este fenómeno permea todas las formas audiovisuales y cómo la pequeña pantalla es el reflejo de la sociedad colombiana.
Omar Rincon, El otro lado' Foto: César Sánchez Carreño
Las drogas son propias de todas las culturas. Pero en el capitalismo son más que viajes espirituales, un negocio millonario, cinismo político, viaje mediático. La televisión su mejor espejo.
La noticia mayor es que las drogas son una guerra pérdida. Una guerra que justifica el todo vale. Más de 50 años fracasando con cinismo. Cárceles llenas de gente pobre. Mafiosos multiplicados. Millones en armas. Un fracaso muy productivo para gobernar, tanto que muchos expresidentes latinoamericanos, una vez pasa su “subdato” a los gringos dicen: “la política de las drogas es un fracaso, la solución es la legalización”.
La agenda informativa, por el contrario, alaba la fallida política de drogas de los Estados Unidos, los cinismos católicos de derecha, la moralina de izquierda y la militarización de la sociedad. Ahí se pone en evidencia la moralina de los periodistas y políticos quienes expresan sus opiniones sin fundamento como verdades.
La música es una celebración infinita tanto en historias como en rituales colectivos del baile y la euforia, y esto aplica desde la ranchera hasta la electrónica y el reguetón. Sin drogas no hay buena rumba, no hay colectivo espiritual, viaje gozoso.
El cine cuenta historias de policías persiguiendo, tiroteando y metiendo a la cárcel a pequeños delincuentes para “limpiar” a la sociedad de estos terroristas de las juventudes y la familia; otras historias donde documentan que las drogas son un mal viaje; muchas culpando a Colombia y otros países pobres de ser los malignos que están matando y agrediendo a los buenos jóvenes made in USA.
Las series celebran el narco como Escobar, el patrón del mal o Breaking Bad; critican la doble moral de los gobiernos y el capital como The Wire o El mexicano; testimonian lo psicodélico como Euphoria. Y muchas más tonteras espectáculo como Griselda.
Serie 'Griselda', con la actuación de Sofía Vergara (de blanco). Foto:Netflix
Los documentales cuentan el fracaso de la política de drogas; la patética persecución a la marihuana, mientras se celebran otros consumos, como en Have a Good Trip, cuando se ilustra en dibujitos animados infantiles los consumos de las estrellas del espectáculo; la decadencia de los consumidores que muestran retratos de los zombies modernos; denuncian de las violencias que habita el mundo de las mafias; testimonian las tristezas de los raspachines como El naya: la ruta de la cocaína; muestran como el alto rendimiento escolar está “legalmente” drogado en Take yours pills.
Habrá alucine drogados al infinito ya que es la revolución capitalista del pueblo y son las historias que seducen a los creadores de contenidos audiovisuales y digitales.
A los colombiches nos toca asumir antes que negar que somos Narcolombia; que Medellín es la capital de las drogas, el sexo y el perreo; que somos Sin tetas no hay paraíso, Escobar, La reina Flow; que los ranchenatos, los jessies y las paolas le cantan a eso; que ahora tenemos hasta turs ayaguasqueros. Hagamos autocrítica para avanzar, mirémonos en el espejo de la narcocultura para ser otros. Échele cabeza y verá distinto.